Lorenza, amiga, yaya, madre y esposa ejemplar.
Te has ido tal y como viviste: luchando, amando y siendo
amada por todos los que te conocían.
Has sido un ejemplo de superación y fortaleza, la luz
que nos ha guiado y nos seguirá guiando siempre, la que nos
enseñaba, nos cuidaba y nos hacía sacar lo mejor de nosotros.
Eras la amiga de todos aquellos que te conocían y que
nunca olvidarán, la yaya que siempre tenía la puerta abierta para
que fuéramos porque nuestra presencia te encantaba, la madre que
anteponía sus hijos a ella misma y la esposa perfecta, la que jamás
podría haber amado más a su marido y que se desvivía por él. No
padezcas, ahora nos toca estar a tu altura con él.
Te has apagado, pero sólo temporalmente, cada vez que
nos acordemos de ti, que te soñemos, volverás a brillar, porque
algo que ha tenido tanta luz, en realidad nunca se apaga.
Ahora descansa, ven a vernos cuando quieras porque ya
sabes que todos aquí lo deseamos.
No existen palabras para agradecerte todo lo que has
hecho.
Te quiero.
Unas palabras desde el corazón
ResponderEliminarAllí donde esté, estará sonriendo...
ResponderEliminar